viernes, 9 de abril de 2010

China revive la matanza de Nanking


La masacre de Nanjing (antigua capital china) es uno de los episodios más sangrientos y polémicos ocurridos en el frente asiático durante la II Guerra Mundial. Sangriento porque dejó cientos de miles de cadáveres entre los escombros. Polémico porque aún se discute cuántos eran civiles y cuántos soldados vestidos de paisanos, abandonados por sus oficiales al final de la batalla. En China el episodio motiva aún la ira nacionalista, y en Japón despierta todo tipo de reacciones, desde quienes lo niegan todo hasta los que desean que su Gobierno pida perdón, como hizo Alemania. Los pocos testigos occidentales que quedaron en la ciudad cuando entraron los nipones narraron atrocidades espantosas, torturas y asesinatos de mujeres y niños. Uno de los episodios más polémicos es la violación masiva organizada por los oficiales japoneses para contentar a sus tropas: al menos 10.000 mujeres fueron obligadas a «prostituirse».

A continuación os dejo una entrevista encontrada en el Diario La Razón realizada al cienasta chino Lu Chuan que en su película «Ciudad de vida y muerte» narra la polémica masacre japonesa en suelo chino. De ahí que todavía hoy reciba violentas amenazas, pero también numerosos premios, como la Concha de Oro de San Sebastián y una recaudación millonaria.

La cinta, condecorada con la Concha de Oro en San Sebastián el año pasado, pone rostro humano a los invasores japoneses que cometieron, en suelo chino, una de las mayores atrocidades de la Segunda Guerra Mundial.

-Le han acusado incluso de traición a la patria.
–Efectivamente, la película ha sido duramente criticada. Al principio me sorprendió. Luego comprendí. Los chinos fuimos educados durante 60 años en la idea de que los soldados japoneses fueron brutales, animales, no humanos. Por primera vez mucha gente ha visto retratado a un soldado japonés como un chico guapo, con sentimientos nobles, como un ser humano. Eso ha enfadado a muchos. Pero no he recibido ni una crítica proveniente de un profesor de Historia. La película está bastante documentada.


-La matanza de Nanking es un hecho conocido en Oriente, pero casi desconocido en Occidente.
–Por eso esta cinta es tan importante para el público occidental. Tengo muchos amigos europeos cuyas familias sufrieron en la Segunda Guerra Mundial, pero la mayoría no sabe que en Asia se sufrió tanto o más. Los japoneses se comportaron como criminales durante la invasión de China, pero a diferencia de los alemanes ellos nunca pidieron perdón. Por eso es tan importante que el filme se vea en Europa.


-Amor y muerte son quizá los dos argumentos más universales que existen. ¿Pensó en el público extranjero cuando rodó la película?
–Son dos argumentos sin fronteras, estoy de acuerdo. Pero mi filme es más una metáfora para explicar cómo la violencia puede acabar controlando a la gente y convirtiendo a personas normales en asesinos.


-Estamos acostumbrados a películas de guerra hechas en Hollywood, aunque es un género que también trata el cine chino. ¿Hay un «estilo chino» de contar la guerra?
–Creo que sí, creo que las producciones de guerra de Hollywood son demasiado simples. Nosotros tenemos nuestra propia filosofía, más compleja, a la hora de analizar y explicar la guerra y el mundo.


-Antes de ser director de cine, usted trabajó en el Ejército chino. ¿Le ha sido de ayuda a la hora de rodar?
–De mi experiencia en el Ejército pude aprender que las masacres las han cometido todas las naciones, no sólo los japoneses. Aprendí que la violencia es universal.


- Además de aclamada en Occidente, ha sido un éxito comercial en China. Recaudó más de 20 millones de dólares en menos de tres semanas. ¿Cómo lo explica?
–Me parece que es por su carácter polémico. Durante mucho tiempo todo el mundo hablaba de ello en todos sitios. En la televisión, en los periódicos, en las revistas, siempre encontrabas el debate sobre si era una interpretación justa de la masacre de Nanking o no. La gente fue a verla para hacerse una opinión y poder hablar de la polémica.


-Ustedes, los cineastas chinos, afrontan limitaciones y a veces tarda en llegar el visto bueno de la censura. ¿Se vio obligado a cortar algo en su película?
–En ocasiones hay que hacer cortes, pero debo decir que esta vez no tuve que hacerlo demasiado. Estoy agradecido porque sólo tuve que eliminar una parte muy pequeña y en ningún momento se me pidió modificar las partes principales ni el argumento central.


-Su película ha pasado por numerosos festivales europeos, pero no ha llegado a los Oscar. ¿Por qué?
–En China son los burócratas quienes seleccionan las cintas que optan a ese premio. En mi caso, a los que me apoyaron les asustó la polémica que generó la película en el país y no quisieron arriesgarse a mandarla por si acaso crecía el problema. Para mí es frustrante, porque me pasé seis años trabajando y me gustaría haber ido a los Oscar.


- En general, ¿cómo explica usted el éxito de las películas chinas en el extranjero?
–Es porque China está cambiando. Es un cambio enorme, y los directores chinos estamos intentando contar este cambio y compartirlo con el resto del mundo. Eso inspira nuestras obras, y hay demanda por saber cómo es este nuevo mundo.


-Sin embargo, las que ganan festivales en Occidente apenas tienen público en China.
–Existen dos tipos de directores. Los de las películas artísticas, que son más populares en los países occidentales que en China, y los de las comerciales, que no llegan a Occidente. En China no hay demasiado público para las artísticas porque la mayoría va al cine para entretenerse, no para educarse o inspirarse. De todos modos, pienso que pasa algo parecido en casi todos los países.


-¿Por qué grabó «Ciudad...» en blanco y negro?
–Primero, porque amo las películas en blanco y negro.Para una película de guerra el blanco y negro es poderoso. La segunda razón es que no me gusta el color natural de la sangre. Quería evitarlo para no herir la sensibilidad del espectador. Es una manera de respetar a la gente que murió en la guerra. Aunque es una película muy violenta, la realidad lo fue todavía más.

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